Venga el reino
Cuando el ángel Gabriel le dijo a María que su hijo Jesús algún día sería rey, no estaba diciendo nada sobre el Mesías prometido que era nuevo. La idea de que Dios planeo un único futuro rey no fue algo soñado por Gabriel o los escritores del Nuevo Testamento; la idea esta fundada firmemente en el Antiguo Testamento, la primera y más larga parte de la Biblia. Ni Gabriel estaba diciendo algo que sería verdadero solo en un sentido abstracto o espiritual. Estaba anunciando algo que sucedería literalmente en el futuro en la tierra. Echemos un vistazo más cercano a esto, el primero de cuatro capítulos en que los enfocaremos en el futuro reino que Dios planea establecer.
La profecía de Gabriel
Primero deberíamos ver específicamente lo que el ángel Gabriel tenía para decir antes de que Jesús naciera:
“Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.”
(Lucas 1:30-33,35)
El rey David probablemente hubiera sido considerado el gran rey arquetípico Israelí. El tenía un trono literal en Israel desde el cual reinaba, y muchas de las naciones vecinas eran sus súbditos – aunque quizás su característica más definitoria es que era descrito como “un hombre según el corazón de Dios” que era lo que lo hacía un rey tan grandioso. Notemos como Gabriel conecta deliberadamente el futuro reino de Jesús con el de David. Así como David tenía un trono literal en el que se sentaba, también Jesús tendrá un trono – heredará el trono de David, nada menos. Será el descendiente de David (como Jesús en efecto lo era a través de su madre María).
Así que Jesús será rey de un reino literal en la tierra y reinará desde Jerusalén en el trono de David. Por eso es por lo que hace sentido, por ejemplo, que en la famosa “Oración al Señor” Jesús nos enseñara a rezar,
“venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así como en la tierra”.
(Mateo 6:10, RVR)
El reino de Dios estará en la tierra y Jesús será su rey, tal y como David una vez fue rey. En ese momento la voluntad y maneras de Dios se pondrán en acción en la tierra de una forma en que harán a Su reino completamente diferente a los gobiernos, culturas y reinos presentes en el mundo hoy. Ese día la voluntad de Dios se hará en la tierra, así como en el cielo. Será un reino de paz y bondad, un tiempo en donde habrá justicia y equidad para todos sin explotación de la gente o malas distribuciones de los recursos de la tierra.
Tan grande como fue David, no era perfecto. Jesús lo superará por mucho, reinará para siempre (Gabriel lo dice, muy claro, y hay muchos otros pasajes que dicen lo mismo). ¿Cómo es posible? Porque es el hijo de Dios. Porque Dios lo elevó de la muerte para que no muera más y le dio un nuevo tipo de vida más allá de lo que cualquiera de nosotros a experimentado. Y el plan de Dios es mandarlo de regreso a la tierra de nuevo para ser su rey.
Un reino eterno
Dios hizo el punto sobre la eternidad de su futuro reino a través de lo que el profeta Daniel escribió hace 2,500 años:
“Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero el permanecerá para siempre…”
(Daniel 2:44)
El reino que Dios está planeando será universal y abarcará todo. Será un reino que no solo se diferenciará en cantidad (será eterno y mundial), si no también en calidad. Tendrá un rey perfecto que juzgará todas las cosas correctamente, uno que asegurará que los modos y deseos de Dios se pongan en acción en todo el mundo.